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Angelo Fasce habla de la colectivización interidentitaria de corte posmoderno con la victimización como lugar de competitividad

La presentación rezaba: Café Revolter. Sala Gestalguinos. Discursos a la nación posmoderna. Conferenciante: Angelo Fasce, de la Universitat de València, máster en Neurociencia y Doctor en Lógica y Filosofía de la Ciencia. Presentaba y moderaba David Barberá, diseñador de prótesis de cadera procedente de la ingeniería industrial. Y la explicación seguía de modo críptico: la colectivización interidentitaria de corte posmoderno, “en auge debido al impacto de la experiencia de opresión y la victimización competitiva como categorías filosófico-políticas”. Era una charla nocturna del festival de Filosofia Avivament 2019, la intrahistoria por decir, mientras Miguel Morey, en la Ramon Llull, exponía (no explicaba) los pensamientos de Nietzsche desde la radicalización de su figura “inactual”. El término de herida es de este autor. 

Angelo Fasce explicó su trabajo sobre la poderización intergrupal respecto a hechos, a partir de los estudios psicológicos (de sociedades fracturadas incapaces de llegar a acuerdos), en tanto que dijo carecer de la magia metafísica. Hablaba del término posverdad, también de la que denominó posverdad piadosa, de la noción de extrapolarizacion social creciente que Dan Kahan denomina guerra cultural; de la epistemiología cívica, y de la sociología partidista en asuntos como el cambio climático, las vacunas o la identidad sexual, convertidos en temas de agenda política, mientras los análisis filosóficos posmodernos son del colectivo (los hombres, las mujeres, los gays, los latinos, etc) basados, según Fasce, “en la dialéctica de la opresión estructural no percibida pero generalizada y la noción de empoderamiento, de conseguir poder real por imposición para sobreponerse a una situación de dominación estructural por parte de un colectivo más poderoso”. Hablaba Fasce de una “interpretación brutal de la historia en la sociedad occidental, prácticamente modelada por el patriarcado, las microagresiones o la apropiación cultural”. Una suerte de diagnóstico sociológico como patología del lenguaje que intenta explicar por qué razón están teniendo tanto éxito conceptos como el negacionismo de la ciencia. 

El término posverdad

El término posverdad, explicaba Fasce, “viene después de saber la verdad sobre Bush cuando la guerra de Irak; empezó siendo una sátira política y en sí misma ha dejado de ser una broma, no es una leyenda urbana, es un diagnóstico social que por lo general se asocia con la derecha: Trump, el brexit, el independentismo catalán, Rusia, las fake news, los trols…, la brecha salarial, la justicia patriarcal, la violencia doméstica… Wikipedia define la posverdad o mentira emotiva como un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. 

La ansiedad intergrupal

Fasce hablaba de las creencias injustificadas que son en sí mismas un problema de desinformación, o de sobreinformación en epistemiologías alternativas que llevan a las burbujas mentales donde lo que no es real, se convierte en tal y que, según su reflexión, “fomentan un constructo psicológico que se llama ansiedad intergrupal, de intolerantes al exgrupo, la forma de ansiedad más en boga”. 

“Lo curioso de la posverdad como concepto – decía- es que no es en sí mismo una mentira sino una burbuja informativa, una noción partidista de los hechos”. Mientras que antaño el debate oscilaba sobre los valores, con las mil formas posibles de entenderlos, hoy según Fasce son los hechos sociales la materia de la discusión política, donde “ha sido politizada la realidad, por ejemplo, el cambio climático: su aceptación depende de si eres republicano o demócrata, si votas a VOX o al PSOE”. 

En su opinión, “la noción de que lo personal es político se ha llevado hasta nociones fácticas” mientras que “la figura del experto se liga a una concepción de la realidad identitaria”. Un mundo, según Fasce, que rechaza la información hostil, “los hechos se han de ajustar al sistema de valores”, dice, y cuando se expone la evidencia científica que lo refuta (caso de las vacunas, por ejemplo), “la gente se enroca aún más, mientras los políticos explotan estas concepciones partidistas de los hechos de un modo que explota la tensión entre la racionalidad a corto plazo endogrupal con la racionalidad a largo plazo transgrupal”. Es una situación que va más allá del constructivismo y el relativismo. “Son relativistas, pero no neutrales, es verdad que la verdad se relativiza, pero la impregnada por la experiencia de opresión es dominante”, aseguraba. 

La carrera de la victimización

¿Cómo distinguir las víctimas verdaderas de las falsas? Debe haber una cuestión objetiva, no siempre es subjetiva, señalaba. Fasce afirmaba que hay una carrera de victimización “porque tiene réditos sociales y políticos ser víctima hoy en día. Hay que ver hasta qué punto lo que dices se adecúa con la realidad histórica y sociológica”. ¿Qué ocurre con los agravios del hoy por las cosas que ocurrieron hace cientos de años? Y todo, envuelto en lo que consideró “asociación de datos falsos, basados en estudios estadísticos mal planteados y extrapolados de forma no real, de resultados sesgados”. Se refería a los informes de muertos por terapias pseudocientíficas, que cuenta con un punto de mayor interés “porque ha corrompido a un autor social que se autodeclara racional y defiende la evidencia científica”. 

El choque de cogniciones

El análisis de Angelo Fasce se centra en las cuestiones intergrupales, en los hechos que se comparten en identidad colectiva de grupos en los que se enfrentan escépticos y creyentes. “El choque de cogniciones hace que la gente no acepte hechos incontrovertidos dentro de la comunidad de expertos”. Y citando a Foucault, señalaba que los discursos respecto a los sujetos virtuosos o víctimas dependen de la adscripción del discurso a un determinado ámbito de poder. “Es tanto un juego moral como político”. 

La politización de los temas

Otras de las cuestiones abordadas por Fasce se refirió a la politización de todos los temas. “La gente piensa que los problemas son debidos a los políticos y que las soluciones también vienen de ahí”. O al valor identitario de los hechos alternativos que presentan las tertulias políticas, “que van más allá de las propensiones individuales. Frente a las amenazas percibidas, como Trump por ejemplo, la dinámica grupal respecto a estas creencias es mucho mayor porque es alguien que puede legislar y tiene poder político real, y la psicología social las hace particularmente resistentes”. En su opinión, “las creencias irracionales se ven tanto en la izquierda cono en la derecha”.

Refritos autocomplacientes

El tercero de los problemas abordados fueron los refritos  informativos en las redes sociales: los ecosistemas de información autocomplaciente llevando su línea editorial a su círculo de amigos. “Cuando alguien te dice que no tienes razón, lo eliminas”.  Se trata, según su análisis, de un acercamiento a la realidad mediada por algoritmos orientados al consumidor” y unas redes que “tienen un efecto radicalizador”, momento en el que recordó que las redes sociales son empresas privadas. 

Entre las soluciones, Angelo Fasce propuso despolitizar los hechos, reilustrarlos, discutir sobre los valores dando por sentado que los hechos del mundo son compartidos. Su segunda solución apuntaba a la tecnocognición: frente a la dificultad de despolitizar constructos psicológicos validados aconsejaba “intentar bajar los niveles de ansiedad intergrupal, y sentarse a conversar sin pensar que el de enfrente es el demonio. Hay que escuchar a la gente que no piensa como nosotros”. Espectros demonizados por una parte del espectro. Frente a la desconfianza, educación. Frente a las redes privadas, el fomento de libre mercado de las ideas.  La resistencia y la queja.

maria tomàs garcia