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Javier Gomá: “Qué hermosa sería una civilización compuesta de ciudadanos que hubieran interiorizado unas pautas de comportamiento sin coacción ni reproche”
El tercer momento fundacional del festival de filosofía Avivament se dio en el MuVIM, el jueves 6 de junio, con la conferencia inaugural de Javier Gomá. Presentado por su editor, Manuel Ramírez, de Pre-textos, el hijo pródigo, que nunca se fue, habló al público asistente sobre su trabajo, a propósito de su Tetralogía de la ejemplaridad, que incluye las piezas Imitación y experiencia, Aquiles en el gineceo, Ejemplaridad pública y Necesario pero imposible, y que han sido editadas también por Taurus. Todo inspirado y a partir de la Grecia arcaica, que no clásica.
Cuatro tomos sobre “un ideal que se pretende universal”, en palabras de su autor, “el universal concreto del ejemplo, lo justo, lo bello, lo útil, lo bueno, lo santo. Y como pragmática, la imitación. Con indulgencia y autoexigencia, como ideal de la fascinación de elevación”, decía. Una ejemplaridad reconocida por él mismo como “conflictiva, porque es el comportamiento ejemplar el que te abre juicio, y la mediocridad la que rehabilita”, y es “cuando el conflicto es utilizado como botón nuclear para ganar tiempo”, contaba narrando una anécdota ficticia entre maridos y mujeres.
Su trabajo se completará con una aproximación a la ejemplaridad desde otra perspectiva, que pasa por la escritura de su nuevo libro Dignidad, que aparecerá en septiembre, y con el que, como un concepto en busca de autor, pues según su documentación, no se había visitado filosóficamente desde Petrarca, Gomá hablará de la ejemplaridad en su estado pragmático, más allá de la bioética, los debates jurídicos y las grandes causas, incluidos los indignados, para estudiar aquello cuya ausencia en su vida es el origen de su protesta. Pasando por las consolatio romana o las consolaciones de Séneca, Plutarco, las supuestas a Cicerón e Inocencio III, todas posponiendo la espera en el otro mundo, para llegar a Petrarca, que “es el primero que reivindica la dignidad inmanente, la del cuerpo, la naturaleza de la ciencia, del arte, de la idea de lo humano por sí mismo”. Hablar de dignidad porque “para hablar de la miseria, dice, no se necesita un don especial, basta con abrir los ojos, tan manifiesta es”.
Partidario del ego educado
Javier Gomá es un filósofo que no concibe la filosofía sin un sentimiento poético, ni una filosofía prontuario de respuestas a temas aplicados: “eso nos relevaría de pensar”, dijo. Amigo de la prudencia, y sabedor de que “la felicidad la vida no la otorga pero frente a ella la dignidad es algo que uno posee en cualquier momento, también haciendo cola para entrar en los crematorios (intentaba una respuesta sobre la muerte digna)”, es también escritor y ensayista, y un asiduo asistente al festival de humor y literatura Ja, de Bilbao, que este año cumple diez años. ¿La teoría del aguafiestas? Es asimismo un teórico del humor, que también practica, y que definió como “uno de los agentes civilizadores más importantes que combate y templa nuestra tendencia al totalitarismo político”. Fue algo que señaló explicando que los orígenes del nazismo se pueden remontar al siglo XVIII, cuando los alemanes echaron al arlequín de escena. “De la ausencia de humor al nazismo, hay un paso”, recordó advirtiendo del totalitarismo del narcisismo, y mostrándose partidario del ego, pero del “educado”.
Quiero cansarme contigo
En abril de este año, Pre-textos publicó su comedia Quiero cansarme contigo o el peligro de las buenas compañías, precedida del ensayo: Sobre el ladrido del perro y sobre el perro. Introducción a un teatro de la dignidad, previamente anticipado en La Vanguardia. Esta comedia, junto con el monólogo Inconsolable y la obra Las lágrimas de Jerjes, que ahora está escribiendo, conforman una trilogía teatral titulada Un hombre de 50 años. Por cierto, que el Teatro Real de Madrid se inspirará en suAquiles en el gineceo como hilo vertebrador de la próxima temporada. Y es que Gomá, para someter sus teorías al examen del fanatismo, las somete a la prueba del humor.
Manuel Ramírez arrancó la presentación citando a Odo Marquard: “La filosofía sin experiencia es vacía. La experiencia sin filosofía es ciega”. Y a Ana Blandiana: “Lo difícil no es ser nuevo, lo difícil es ser trascendente”. El editor introducía la ejemplaridad hablando de “un tema, que es complejo, como diría Alfredo Morales; entendida no como ardua sino como algo a lo que nos referimos por su diversidad y porque requiere de distintos comportamientos”.
Leído el currículum de Javier Gomá, incluido su Premio Nacional de Ensayo 2004 y su mérito de ser letrado del Estado número 1 de su promoción, a una edad temprana, el editor definió las cuatro piezas de la tetralogía. “Una teoría general acerca de la ejemplaridad (Imitación y experiencia) ; el proceso subjetivo y existencial de la formación de la ejemplaridad (Aquiles en el gineceo); una filosofía política para la democracia (Ejemplaridad pública), y esa esperanza de seguir siendo ser individual fuera del mundo (Necesario pero imposible).
Javier Gomá reconoció el placer de compartir ideas, “los actos presenciales aportan un hechizo”, dándose por satisfecho si la lectura solapada (de las solapas) genera alguna curiosidad. “Los que escribimos, tarea de ensimismamiento, suscitamos actos como estos para resarcirnos del resentimiento que nos producen otras profesiones que merecen el aplauso. Fernán Gómez se preguntaba porqué aplaudir, simplemente hacían su trabajo”, así que él confesó que traía los aplausos “enlatados”.
La fortuna de la reedición
La obra de la que venía a hablar culminó hace seis años, “la actualidad es que por halago de la fortuna se sigue reeditando”. Empezó hablando del “uso indebido que se ha hecho del libro”, porque, según explicó, “se ha usado como ejemplaridad antipática, como instrumento para anular al adversario político, y no se debe”. Su aclaración fue que debe comprenderse como el resultado de una vocación literaria raptada por las musas. Vocación que definió como “rapiñadora, totalizante, esclavizante” y que se comprende de dos elementos, la misión y la visión. La suya fue la que “desde una cierta visión del todo”, se entiende la vocación literaria como manera de completar “la experiencia fragmentaria que todos tenemos”. Una fascinación que tiene que ver con los placeres de la imaginación “más que con una visión empírica o experimental de la vida”, que a la vez produce ansiedad espolvoreada de ontología y pragmática, entre otros, porque todo se entraña en el uso de la estrategia comunicativa, en este caso, las palabras, a la par que el género. Su concepto de filosofía: “literatura conceptual”, huyendo de imitar a la ciencia y su lenguaje hermético, respondiendo siempre a su carácter relativamente mundano: “hablar del mundo y con un poco de mundo”, con “elegancia, belleza y nostalgia de cuando les daban el Nobel a los filósofos y hoy no son candidatos”.
El ser como el universal concreto del ejemplo, y constatar que “no se había escrito una teoría de la imitación desde los presocráticos hasta la actualidad”, le llevaron a la necesidad de escribir una ontología del universal concreto enfrentado al universal abstracto hegemónico, dominante, y sin discusión del lenguaje”.
Deslumbrado ante el diccionario de mitos de Pierre Grimal, y desde las categorías de Kierkegaard como estadío estético, Gomá presenta en Aquiles en el gineceo la mortalidad como el privilegio de las verdaderas individualidades; En ejemplo público, la ejemplaridad como principio organizador de la democracia como proyecto no parlamentario sino civilizatorio, tras una lluvia nihilista que defendió y recomendó -mucho mejor que Mcdonald’s-, diciendo: “Occidente es la única cultura que ha sometido sus propias tradiciones a una crítica radical, severo enjuiciamiento y muchas veces condena”. Porque es de esa práctica de donde emerge una ejemplaridad que quiere ser “igualitaria y secularizada”.
Lo civilizatorio de las costumbres
El conferenciante también habló de “la recuperación del valor civilizatorio de las costumbres”. Lo explicaba: se trata de pensar en los actos cuya regularidad se percibe como prescriptiva, “buenas costumbres que inducen a civilizar de manera masiva, no coactiva, a un comportamiento cívico”, según sus palabras. “Qué hermosa sería una civilización compuesta de ciudadanos que hubieran interiorizado unas pautas de comportamiento sin coacción ni reproche, para obrar decentemente”, añadió.
En Necesario pero imposible, la pregunta obligada era “bajo qué condiciones podemos pensar en la continuidad del ser humano”, y a eso lo llamó esperanza, “bajo las categorías de la conciencia del siglo XXI”. Y es que en su libro La imagen de tu vida, Gomá habla de la ejemplaridad póstuma, “porque vivimos sin distinguir entre lo que es accidental y esencial en nuestra vida”; basada en aletheia, la sinceridad de los hechos, lo que no está oculto, que es evidente, la verdad como el no olvido, y la imagen que permanece viva en la memoria mientras uno es recordado. El concepto de posteridad y de gloria, “no como frivolidad sino como la exhortación de tener un comportamiento tal, que sea digno de permanecer como ejemplo positivo”.
El ser humano gozoso
La suya no es una ejemplaridad sistemática, sino un principio orgánico en el que no prevalece la exposición lógica sino la escritura de una novela, que vaya iluminando como una estela. Y que el lector experimente algo parecido a la pregunta que se hizo el narrador después de escribir: ¿y ahora qué? No sin antes pasar por Kant cuando la cultura se convierte en crítica. Gomá saludó la importancia de ser ciudadanos críticos, el don del discernimiento entre lo bueno lo malo lo justo y no, y añadió, que “la crítica debería ser un instrumento de un fin superior que es el ser ciudadano gozoso”. Porque, según su opinión, la filosofía crítica de los siglos XIX y XX ha sido “una abundancia difícil de exagerar de los libros en los que el autor trata de convencerte de que la vida es miserable”. “Eso lo he combatido en todos los frentes”, dijo, “porque incurren en una vulgaridad primaria”. Se refería al hecho de “la gran mayoría de libros que se escriben basados en la tristeza tratando de inspirarla. “Yo milito en el otro partido, trato de rendir aquellos elementos que nos despiertan el sentimiento de nuestra propia dignidad”, la que es de origen. Para él, hay un vivir poéticamente, un vivir alimentándose del análisis de tus propias vivencias, lo misterioso y enigmático de lo humano, que es que vive y envejece, y ese es el fundamento de su dignidad.
Y citó a Juan Ramón: Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas.