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Sanfélix y Esquirol conversan sobre la relectura etimológica y de cómo, cuidar de uno mismo, de la casa, de la tierra, es siempre un “nosotros” en la filosofía de la proximidad

El Festival de Filosofia València Pensa organizaba en su sesión de 2019 una conversación entre Vicente Sanfélix, catedrático del departamento de Filosofía de la Universitat de València, y Josep Maria Esquirol, profesor de la Universitat de Barcelona, este último, autor de “La penúltima bondad, Ensayo sobre la vida humana” (2018) y de “La resistencia íntima, Ensayo de una filosofía de la proximidad” (Premio Nacional de Ensayo 2016), entre otros libros. El título de la charla: La resistencia íntima. Un ensayo como excusa para hablar de la condición humana desde el habitar en las comarcas de esa proximidad que, según define Esquirol, “no se mide en metros. Su opuesto no es la lejanía sino la ubicua monocromía del mundo tecnificado” y, es en definitiva, una modalidad de la experiencia, una alternativa a la abstracción desconectada de la vida. Filosofía de la proximidad como la del eterno retorno.

Una conversación para ensayar, —en sus libros no hay recetas— una filosofía de la proximidad. Un diálogo para señalar la importancia del cuidado de sí, de la casa (el oikos), de la tierra y de los demás, a través de los múltiples significados de la palabra resistencia, que indica dificultad, pero también fortaleza. Una resistencia, de la que habla Esquirol, “que no anhela el dominio ni la colonización ni el poder. Quiere ante todo no perderse a sí misma pero, de manera especial, servir a los demás”. “Cuidar de uno mismo es siempre colectivo”, explicaba el autor.  “Resistencia íntima no significa interior sino cercana. Lo íntimo es lo cercano y no está reñido con la interioridad”. Son sus palabras.

Esquirol hablaba del cuidado del oikos, “porque la casa es el primer abrigo del hombre, el lugar donde las pulsiones son domesticadas, el espacio donde resguardarse frente a la amenaza nihilista, frente a la patologización de la vida, pero pensando que la casa ya está inundada por las ondas y por la actualidad”, decía. Esquirol hablaba de la fuerza disgregadora de la realidad.

En su conversación con Sanfélix, el catalán abundó sobre la práctica de la mirada como cercanía, con la juntura en horizontalidad entre la praxis y la poética de la poiesis, un término este último que para el autor no es precisamente apolítico. “Porque el ser humano es el afectable”, afirma, “y eso no es una debilidad sino una suerte”. En el sentido político del concepto, Esquirol la refiere más a resistencia como reacción y defensa que a su posibilidad ofensiva. Resistir frente a la disgregación. Se refiere a un resistente “que no sólo prioritariamente piensa en sí mismo”. Según sus palabras, “tejer el tapiz de la sociedad es contrario a la fuerza homogeneizadora”.

A lo Habermas oceánico

Fue una charla con reminiscencias de Horacio, Arendt, Aristóteles y por la vía comunicativa, Habermas. Una charla para hablar de la filosofía como instrumento, aunque no el único. Para hablar de lo íntimo, no como solipsismo sino en relación con los otros, es decir, una experiencia ética, la del cuidado, que tiene que ver con un “nosotros”. Un debate sobre el enunciado de lo bello como el cuidado. Un hablar del sentimiento oceánico del malestar. Un distinguir entre una cosa, que es el individuo, y otra su exacerbación. Un libro, además, feminista, en el sentido del pensamiento crítico. El cuidado como una parte de la resistencia. La vulnerabilidad como modelo ético, y no como deficiencia. La resistencia como amparo. El recogimiento como condición de posibilidad para el pensar generoso. Y la referencia de la casa, también, como posibilidad de salida. Es la suya una posición existencialista en el sentido del “hombre como proyecto”. Un práctica de la que se quiere la buena sofística.

Sobre la academia y la literatura

Un diálogo, que también lo fue para abordar preguntas sobre la academia y su “enfermedad” en la importación de criterios y cánones de las ciencias duras”; para aclarar que la palabra terapia viene del cuidado, también de lo no escrito. Una charla para dilucidar otras cuestiones sobre la relación entre la filosofía y la literatura; acerca de si el acto de escribir supone un acto de resistencia (frente a las exigencias de la academia “su lógica y su dogmatismo” o frente al “dogmatismo de la actualidad”, en expresión de Sanfélix). También, sobre la colonización tecnológica del mundo y de la vida de la experiencia. O sobre la recuperación del significado original de las palabras, la esencia del lenguaje como amparo. Como también… sobre el mostrar pero no decir. Un cruce de consideraciones para acabar diciendo que “la filosofía sirve para saber lo que decimos”, y señalar la importancia de la horizontalidad “sobre la que se definen nuestras vidas singulares como pequeñas verticales”. 

Los infinitivos esenciales 

Esquirol es profesor de filosofía y dirige el grupo de investigación Aporia. Entre uno mismo y los otros, el respeto a la mirada atenta o el respirar de los días, su acento está puesto entre los filósofos contemporáneos y la técnica, para defender esos “infinitivos esenciales” del ser humano que son el pensar y el amar, sin olvidarse del vivir. Porque “si el mal es profundo, la bondad todavía lo es más”, dice. “Y porque nada tiene más sentido que el amparo y la generosidad”, añade. “Y porque el auténtico cuidado de uno mismo da luz y calor a los que están cerca, protegiéndoles. Sirviéndoles de guía en su camino”. Son palabras extraídas de sus contras acantiladas.

La conferencia, que se puede seguir en streaming la red social del festival València Pensa, Avivament, discurrió por tantos derroteros como materias trata su abundante, “inmensa ebullición” de autores, como decía Vicente Sanfélix. “Erudición de un autor que acude a los autores como ilustración (de sus propias tesis) más que como exégesis”. Si Sanfélix fuera bibliotecario, situaría los libros de Esquirol, “no por agregación sino por unidad interna”, en el ámbito de la ética, la ética de la resistencia (donde Esquirol aclara respecto a de quién y de cómo); en el de la antropología de la vulnerabilidad, por aquello de la comprensión de la naturaleza humana, y en la dimensión metafísica postheideggeriana como hermenéutica del sentido de la existencia humana”. La metafísica del ayuntamiento. Capítulo decimosegundo de la íntima. 

Enseñar a los interesados

Josep Maria Esquirol se introdujo con un prefacio para mejor hablar de su vida universitaria como un privilegio “que me ha permitido un diálogo crucial con mis alumnos: poder enseñar a personas interesadas es un regalo, y estoy agradecido. El pensamiento se forma en diálogos, sin duda”. La idea en común de maestros y discípulos. “Eso que parece obsoleto, es en realidad la esencia”, decía, “la experiencia personal humana”. Y tuvo palabras, también, para los colegas de complicidad y cercanía. Y todo para seguir con la definición de filosofía “entendida como aquello relativo al pensar”, y decir que “en la literatura existe una experiencia de pensar muy profunda. Y es que el pensar puede vehicularse de formas muy distintas”. Es lo que le dice a sus alumnos: “para lo que sirve la filosofía es para saber lo que decimos. Saber lo que se dice te hace dueño de ti mismo y de tu lenguaje”, explicaba. El significado a lo que se dice y lo que se hace, desde la fenomenología de Husserl.

De qué manera pensar

Esquirol aclaró que no escribe pensando “voy a resistir”; más bien su pregunta es “de qué manera intento pensar, que se nutre de eso que llamamos de manera vaga, la experiencia. Para mi, la mejor manera de expresar el pensamiento es a través de un lenguaje más cercano al coloquial que al tecnicista, teniendo cuidado de que el lenguaje conceptual no desconecte de la base experiencial, porque es en realidad su alimento”. Lévinas, Derrida… “la esencia del lenguaje es hospitalidad”, decía. Una alerta contra el pensamiento vacío, que no necesariamente es el abstracto, según señaló. “El problema no sólo es la abstracción sino cuando la abstracción no sólo se desconecta de la base sino que una vez desconectada vuelve sobre la base para colonizarla. Lo que Habermas llama la colonización tecnológica del mundo de la vida de la experiencia. Contra eso me he propuesta resistir hasta el final”, afirmó.

El espíritu y el lenguaje y el decir silencioso

¿Fue Adán quien le puso nombre a las cosas?  Esquirol dijo que fue Eva por aquello de la función enunciativa del lenguaje. La suya también fue una reflexión sobre la recuperación del significado olvidado de las palabras, cuando Sanfélix trajo a colación los versos de Espriu, en el Inici de càntic en el temple, 1965). 

«Pero hemos vivido para preservar las palabras, para devolveros el nombre de cada cosa…»

 Del diálogo entre Sanfélix y Esquirol se decantó una clara presencia de Nietzsche, y se habló de los conceptos o metáforas gastadas, como por ejemplo, ¿Por qué se llama totalitarismo al totalitarismo? Porque tiende a convertirse en “todo”, respondieron. Y quizá ese todo puede ser la actualidad, “que lo acapara todo, lo medios están pendientes y hacen que las personas también estemos pendientes”. Resistencia al dogmatismo de la actualidad. “La perversidad no es intrínseca a la actualidad, -decía Esquirol-, sino que está en su dominio del consumo. Consumir una manzana no es el problema, pero todo consumo sí lo es, el dominio de la naturaleza es un problema, y ante eso, lo justo y lo sensato es aquel que ayuda a proteger la riqueza de la vida, esta marginalidad que se resiste ante ese dominio”. Y después, añadía, “se trata de considerar que a ese dominio se le podría llamar en cierto modo cuidado de uno mismo sin que el término tenga que ver con la terapia”. 

Marginalidad fecunda

Una charla sobre la medicina del cuerpo y del alma, sobre la atención y su distracción, sobre el significado profundamente ético del trabajo manual con filiación tolstiana. “La resistencia nunca es evasión sino marginalidad fecunda”, decía. ¿Y por qué resistir?, se preguntaban. “Porque la mayor parte de las veces se resiste ante lo que domina, y como suele ocurrir cuando algo domina absolutamente, se empobrece la vida, la homogeneidad casi siempre lo es. Hoy hablar de filosofía como psicoterapia me gustaría mucho si no fuese por la degeneración de los significados”, añadía Esquirol. Es decir, sus libros no son un recetario más, de cómo ser feliz en cuatro pasos. 

Platón y Ferlosio

Josep Maria Esquirol explicó conceptos desde la vulnerabilidad, la afectabilidad y la autonomía, que no dio como sinónimo de independencia. Abundó contra la sociedad tecnificada que amenaza con la disgregación de la atención y de la experiencia. Resistencia que lo es frente a la tendencia disgregadora de la actualidad. Resistencia frente a la experiencia nihilista, que es consustancial a la naturaleza humana. Resistencia sobre el vértigo de Platón al plantearse la cuestión política de su ciudad. La resistencia como dar un paso atrás “pero sin abandonar, ni dimitir, más bien dando un rodeo para volver a plantearse el tema, situándose desde la marginalidad para primero prestar atención y esperar el momento para incidir en el conjunto”. ¿La resistencia a la que le cantaba “Chico” Sánchez Ferlosio?, preguntaba Sanfélix. Y Platón, ante el mareo, sintió la necesidad de volver hacia sí mismo y de cuidar de sí mismo. “El resistente no dimite, no abandona, no se va de; simplemente sale del medio y se sitúa en un margen”; explicaba. Una resistencia frente a la manera de entender la política en la actualidad, que es casi de manera antipolítica. Si bien, en la forma en que se plantea la dimensión política, la resistencia íntima de Esquirol no se aviene con las tesis de Arendt, “pero porque la alemana distingue muy claramente entre el ámbito del hogar y el de la polis”,  aclaraba, y  es que Esquirol sostiene que “hay diferencia entre la calle y las instituciones, las plazas y las casas, pero “me parece que hay un gesto que de alguna manera podría estar presente en todas esas partes”. Aunque la cabaña sea más casa que el rascacielos. Memoria e imaginación como mejores armas. Pero sin alucinación. 

«Però hem viscut per salvar-vos els mots, per retornar-vos el nom de cada cosa…», recitaba Sanfélix.

maria tomàs garcia