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El debate en el Café Revolter de Gestalguinos muestra la dificultad de demostrar que no tenemos derecho a ser sinceros
De noche, todos los gatos son pardos y todos los debates, preguntas. Así ocurrió con la segunda sesión del Café Revolter de l’Avivament 2018, que en la Sala Gestalguinos acogía la pregunta: ¿Tenemos el derecho a ser sinceros?, y en la que participaban los profesores de la Universitat de València Josep Corbí y Sergi Rosell. Un debate con viaje de ida y vuelta, porque no se hablaba sólo del derecho, también de su reverso: la obligación. Y del significado de la palabra sinceridad, esa voz femenina que habla de la falta de fingimiento en las cosas que se dicen o en lo que se hace. Y de su extensión en las relaciones de amistad, pareja, paternofiliales, contextos laborales y todo el etcétera posible. ¿Depende de las circunstancias?
Nietzsche supo atrapar esta paradoja en la frase «Llega a ser el que eres», pero Rousseau fue el primero en aparecer en el debate. Al menos, su ideal de modernidad según el cual la sinceridad sería un valor transformador que permite recuperar y aglutinar voluntades, como camino para entender y aunar la voluntad individual y colectiva. ¿El pecado más grande que hace imposible la democracia es la hipocresía?, se preguntaron. ¿La sinceridad es nuclear para establecer y hacer posible una vida en común? O, ¿el elemento nuclear es la idea de la cooperación?
Si se piensa en términos de derechos, ¿sería un acto de recepción y no de comunicación?, ¿tendría que ver con la autoexpresión?, es decir, ¿con el derecho a la libertad de expresión de un individuo que se expresa?, ¿tiene que ver con la idea de autenticidad (expresarse tal cual rompiendo la barrera entre el ser y el parecer?).
Si se piensa en términos de obligación, ¿existe conflicto entre el respeto por la otra persona y lo que se le puede decir?, ¿puede uno no traicionarse a sí mismo pero tampoco al otro?, ¿tiene que ver con el tipo de relación mantenida (simétrica, asimétrica?), ¿es, también, una relación de poder?, ¿depende del contexto y la situación comunicativa?, ¿tenemos el derecho a ser sinceros exactamente igual que tenemos cualquier otro derecho, el de la vida incluida?, ¿son todos los derechos compatibles entre sí, como sostiene Amnistía Internacional?, ¿un derecho se parece a una regla como las del movimiento de las piezas del ajedrez? “Cada institución que valoramos en nuestra vida está hecha de valores que entran en conflicto, y según el valor que le des a la sinceridad tu concepto de la amistad será uno u otro”, señalaba Corbí. Precisamente, en un punto, el de la amistad, donde no hay ninguna regla que te diga cómo actuar. Un ejemplo práctico: imagina a dos amigos con conceptos diferentes sobre la pareja. ¿Tengo derecho a decirle a la otra persona y serle sincero de acuerdo con mi concepto?
Y más preguntas. ¿ser sincero sólo significa exteriorizarlo?, ¿esconderlo?, ¿la sinceridad tiene que ver con ciertos aspectos que son relevantes en la relación? Y otras cuestiones que entraban a cuestionar cómo se conforma el yo profundo y la autotransparencia. ¿La dificultad está en expresar un sentimiento o en saber qué siento?, ¿es difícil determinar cuándo una persona es sincera, no por hipócrita, sino porque no se conoce a sí misma, cosa que es mucho decir? Si la sinceridad no es espontánea, no es sólo la dificultad de comunicar sino también saber qué se piensa y qué se siente… Decía Rosell que la mayoría de juicios que tenemos los vamos haciendo interactuando, que no es una cosa pensada previamente. “El tipo de yo reflexionando me construye y de alguna manera es diferente de mi yo espontáneo y de alguna manera es un yo que estoy construyendo para exhibir públicamente”. ¿Existe contradicción entre ser sincero, auténtico o espontáneo?, ¿o es expresar las opiniones que tienes hechas de una manera sólida?, ¿se trata de decir de manera abierta lo que uno piensa o de decirlo de manera provechosa para una relación?, ¿la única cosa que puede ser autotransparente es que diga en cada momento lo que me pasa por la cabeza?, ¿eso ayuda a la vida en común? Y en este punto, los ponentes aludieron a Diderot y su obra “El sobrino de Rameau”, donde el francés ataca y ridiculiza a los críticos de la Ilustración; la película “Zelig”, de Woody Allen, un falso documental sobre un hombre camaleón, extremo caso de inseguridad personal; “El castillo”, obra inacabada de Kafka, en el que un agrimensor reflexiona sobre la alienación, la burocracia y la frustración, aparentemente interminable, de los esfuerzos de un hombre para incorporarse a un sistema; O de Wilde, cuando decía aquello de que “un poco de sinceridad es peligrosa; mucha es fatal”; O de Orwell, cuando “en una época de engaño universal, decir la verdad ¿es revolucionario?; O de Pio Baroja sobre la idea del nihilismo; o de Berlin, sobre la idea del pluralismo.
Opinión o prejuicio?
Y alguna que otra conclusión que sigue siendo pregunta: Ser capaz de ser sincero es difícil, ¿tienes derecho a serlo si eres capaz de serlo?, ¿Lo que opino es mi opinión o es un prejuicio que he ido asimilando? ¿Cuántas veces lo que decimos son clichés que se expresan a través nuestro? Y esta otra. ¿Hay ciertas mentiras que son adecuadas?, ¿esconder una información significa mentir?, ¿o se puede llevar a engaño a una persona diciendo algo que es verdad?, ¿la cuestión se dirime en los contextos donde está en juego la actitud o la manera de proceder más adecuada?, ¿tienes derecho en general a ser sincero o sólo en determinados contextos?, ¿el tener derecho a ser sincero no legitima que esté legitimado para serlo en cualquier circunstancia?, ¿todos los derechos son contextuales?, ¿hay diferencia entre ser sincero y ser sincerísimo?, ¿la clave es qué expresa la verdad?, ¿una persona puede discrepar y ser razonable?, ¿la sinceridad está relacionada con el punto de vista? ¿cuando expreso mi punto de vista soy sincericida?, ¿hay límite a la discrepancia? Y finalmente, ¿no será que lo mejor es no tener la necesidad de mentir? Y una boutade: “no he visto mentir a nadie con tanta sinceridad”. Y un posdata a cuenta del entrenador del Levante UD, Paco López, cuando entró en contacto con el nuevo vestuario, según cuentan, sin tener un discurso preparado. Y contaron que dijo: “intenté ser el más natural y sincero posible, decir lo que pensaba y ofrecer un mensaje de ilusión y confianza basado en realidades”. Y el equipo mejoró en sus resultados. Pues Avivament. | VP-2018-12
maria tomás garcía