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Primero con Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines y ahora con Verdolatría. La naturaleza nos enseña a ser humanos (ambos editados por Turner), Santiago Beruete (Pamplona, 1961) ha sacado la filosofía del academicismo y la ha plantado en la tierra. En ambos libros riega nuestra adormilada mente para hacernos reflexionar, para que enfoquemos con otra mirada, aspectos obvios de nuestra existencia que por lo que tienen de ello nos acaban pasando desapercibidos, cuando nos pueden ayudar a mejorar nuestras vidas.

Con erudición, talante crítico, habilidad literaria, humor, apelando a la carpeta de la curiosidad que tenemos en el cerebro, sin adoctrinamientos y sin renunciar a las enseñanzas de los clásicos, Beruete nos hace pensar (y mucho) sobre nuestra relación con la naturaleza y cómo si se recondujera aumentaría el bienestar general.

Verdolatría tiene poco más de 300 páginas, pero sus enseñanzas se proyectan con tal intensidad (cada capítulo está acompañado de una extensa y apetitosa bibliografía) que su lectura (y su invitación a la relectura una vez se llega al final) acaba convertida en una clase magistral infinita que nunca nos debería dejar de acompañar.

Santiago Beruete a Cabanyal Horta #Avivament2019

Verdolatría tiene como subtítulo «La naturaleza nos enseña a ser humanos».

Yo soy un gran aficionado al montañismo, al senderismo, a los huertos, a los jardines, mi vida ha estado siempre muy cerca de la naturaleza. Y creo que es una obviedad que el contacto con ella es benéfico. En este libro he intentado ir un pasito más allá y con mi vocación filosófica demostrar que la naturaleza puede ser una buena maestra del pensamiento. Y del mismo modo que extraemos de las plantas principios activos para obtener fármacos y medicinas con las que poner remedio a los males del cuerpo, yo creo que también podríamos obtener de las plantas valiosas lecciones sobre esa ardua ciencia del saber vivir bien de la que hablaba Montaigne. Eso es un poco el libro. Jugar mucho con las metáforas vegetales, pero intentando también llegar al corazón de la filosofía. | continuar leyendo en Verlanga.com