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Cristina Fallarás y Jesús García Cívico abordan la pregunta de si es el feminismo el marxismo del siglo XXI

Había que responder a una pregunta: ¿Es el feminismo el marxismo del siglo XXI? Los ponentes buscaron los puntos que unen ambas acepciones, movimientos, corrientes, pensamientos, por llamarlos de alguna manera. Cristina Fallarás respondía diciendo “nos han robado el relato”. “Feminismo o violencia de género son cáscaras tan vacías como la palabra transición. Necesitamos una memoria colectiva. Cuéntalo”, decía recordando el “hastag” que creó cuando se hizo pública la sentencia de la manada. Se vio entonces que existía un problema de credibilidad de la historia de la mujer “frente a la justicia y frente a la sociedad. En diez días, participaron diez millones de mujeres”, recordó Fallarás. El relato de Fallarás era hablar del feminismo como una “conciencia común, política, internacional y solidaria, que además genera y presta herramientas tanto teóricas como de uso para oponerse al poder y crear nuevas formas de pensamiento”.

Jesús García Cívico contestaba a la pregunta haciendo un repaso cronológico-conector con precauciones (por la cercanía de la historia reciente), desde el siglo XV, con Marie de Gournay, cuyo libro “Agravio de las damas” le remitía al movimiento Mee too, hasta llegar a mediados del XX, para cerrar “su cronología no arbitraria pero sí opcional” con Florine Stettheimer, pintora, diseñadora, poeta, feminista y peluquera, pionera dedicada a las vanguardias rusas. Entre medias, muchas otras mujeres y algunos hombres.

Ambos estaban en la planta ardiente en la que conviven política y cultura; el museo como limpiaparabrisas de la historia entre los necesario y lo ilustradamente posible.

Mujer y política

Cristina Fallarás es escritora y periodista española, defensora de los derechos de la mujer. Feminista y tertuliana de programas de televisión. De ahí que comenzara hablando de la dificultad de trabajar como periodista de la sección de Política siendo mujer. Contó lo que le ocurrió un día a las dos de la mañana con algo que calificó de “flácido, pequeño y triste”, y de qué manera aquella nimiedad había modificado su carrera periodística. “Nunca volví a cubrir actos ni de ese hombre ni de su partido, ví con temor volver a encontrármelo, porque genera cierta culpa en la víctima”, relató. Fallarás quiso ir al porqué. “No es lo mismo decir hola me llamo Cristina y estoy en contra de la violencia machista. (“Eso podría decirlo hasta la reina Letizia si la pellizcamos un poco”, aseveró. “Raro sería que dijera que no está en contra. Pero no genera nada porque no modifica”), que decir: hola me llamo Cristina, y cuando tenía 30 años un político me mando la foto de su polla. En la primera situación, “es una abstracción, una cáscara vacía, que no es nada”, remarcaba. “Pero si yo cuento lo que me ha ocurrido, eso hace que a todas las mujeres que a las que su jefe les ha hecho una insinuación, que en su trabajo han sufrido agresión sexual, que ha modificado sus formas de producir por ello, con todas esas mujeres, creo mecanismos de identificación”. 

Mecanismo de identificación

Y es que para Fallarás, los mecanismos de identificación para enfrentar al poder con un relato propio común “son imprescindibles para la lucha común, y forman conciencia de clase”. “Nunca se había hablado en un periódico o en una radio de una violación hasta hace siete días”, aseveró. “Todos los consejos de administración de medios de comunicación son machos, y en el caso de España, sus inversores son grandes empresas, o norteamericanas o del IBEX, cuyo fondo del capital procede del franquismo, y por otro, el Opus Dei y la Iglesia. En su opinión, “cuando se hablaba de violencia de género era como decir transición o prima de riesgo, o sea, basura. El día del primer titular en portada hablando de la prima de riesgo —relataba— fue cuando nos acabaron de desaparecer los pobres y ya nunca más se volvió a hablar de los deshaucios”. El power femenino ha venido de la mano de las redes sociales, en su opinión. Y ¿porqué se habla de ello en este momento? ¿Qué está ocurriendo ahora que se modifica nuestra manera de vernos como sociedad?”, se preguntaba. Según sus palabras, “hace diez años esta mesa redonda habría resultado marciana y, sin embargo, es la comunicación lo que ha cambiado”, dijo. Y habló de los mecanismos de transformación básicos cuando los medios de comunicación permiten hablar de forma testimonial, quiere decir, “que puedas redactar un testimonio que cree mecanismos de identificación y, por tanto, un grupo suficiente de personas que tomen una decisión, que actúen, y que cunda”. 

Filosofía política o filosofía del derecho

Jesús García Cívico definió su profesión como la de la filosofía política, o filosofía del derecho en la universidad. Doble formación filosófica y jurídica, que combina con la crítica cultural con el imperativo diario de la actualidad, y que le llevó a lanzar la polémica que viene viniendo sobre en qué manera la cuestión de género debe impregnar la crítica. “¿Podemos releer a Nabokov en clave feminista?”, se preguntaba. “¿Qué ganamos? ¿qué es interesante? No me atrevo a dar una respuesta, salvo que a mi no me parece interesante”, afirmó. “¿Por qué cuando decimos que alguien se parece a alguien, no podemos decir que Chrissie Hynde  se parece a Nick Cave?” 

En su opinión,·el guionista siempre proyecta, naturaliza, unas relaciones de género, y si es en ciencia ficción, en una galaxia lejana”. Y recordó el caso de Stephen King contra Sthepanie Meyer, autora de “Crepúsculo”. “Dijo que estaba escrita por una escritora mediocre dirigida a chicas adolescentes. Estoy de acuerdo en que Meyer es mediocre, pero ¿qué son chicas adolescentes? Es una imagen preconcebida de un determinado tipo de mercadotecnia”, afirmaba García Cívico. 

El debate, en el MuVIM, y su pregunta, ¿es el feminismo el marxismo del siglo XXI?  dibujaba uno de los ejes temáticos de un festival dedicado a los nuevos lenguajes del feminismo, y también a la incidencia de la tecnología, su incremento exponencial en nuestras vidas. La charla estuvo moderada por María Tomàs, que preguntó, entre otras, si es la maternidad tarea de un polígono industrial y cosas como “qué haría la práctica sin la teoría correspondiente o la teoría sin la operatividad legitimadora”, o hasta qué punto los medios de comunicación condicionan la historia del pensamiento y al revés, hasta qué punto los pensamientos condicionan los medios de comunicación”. Todo para dar un dato: los trajes espaciales de la NASA están hechos específicamente para hombres, y los chalecos no dejan espacio para las mamas. Tomàs reconocía cierta tautología y proponía un giro en la pregunta: sacar el debate del concepto de lucha para abordar la esquematización, falsificación, sistematización y oportunidad y oportunismo del planteamiento. Hablaba de la emancipación mental en todos los lados del espectro.

Jesús García Cívico tomó el pulso de la ilustración como labor pedagógica, hablando de la cultura como “fuerza de ruptura de los estereotipos, una fuerza de salida”. A García Cívico, el opúsculo de Kant “¿Qué es la ilustración?”, le parece antipático, en relación a su asimilación entre la ilustración y salida de la minoría de edad del hombre. “Me preguntó en qué medida los campesinos de Königsberg podían ser culpables de su ignorancia siendo así que no habían tenido la ocasión de salir de ella”.

García Cívico dijo que no se puede hablar de marxismo antes de la formulación de Marx, lógicamente pero sí de luchas de clase; señaló la dificultad del cambio de mentalidades y las ideas preconcebidas sobre la mujer, y dejó en el aire la pregunta sobre cuál es el papel que las religiones tienen en la sujeción de la mujer. Entre otras cosas, porque el abanico de opciones dentro de la “corriente amplísima que llamamos feminismo es imposible de resumir en un año entero”. También aclaró que “el sexo es una cuestión biológica que distingue a machos de hembras, y el género, una cuestión cultural que distingue a hombres y mujeres”. Y habló sobre la imposible neutralidad o naturalidad de los sistemas normativos. “Todo son opciones, resultados de intereses, en el mejor de los casos, resultados de luchas, por eso merece la pena luchar por las cosas que consideramos justas”. Se refería a “La lucha por el derecho”, de Rudolf Von Ihering. 

En su repaso históricio, habló de Marie de Gournay para señalar la cuestión del énfasis; de Olympe de Gouges o Mary Wollstonecraft para hablar de la figura de las mujeres ilustradas y su interés en tener acceso a ese bien tan preciado, “ese conocimiento epocal que es el uso de la razón”, con sensibilidad por la igualdad social. Pero Wollstonecraft no fue considerada feminista por García Cívico: “no le importaban otras cuestiones más que poder acceder al círculo de sus intereses personales”, decía. Wollstonecraft era la madre de Mary Shelley, autora de “Frankestein”, que tuvo que pasar su moderno prometeo bajo falsa autoría para poder ser publicado. 

García Cívico también introdujo el cuadro de Johann Heinrich Füssli , “La debutante”, en el que se ve a una mujer atada a un muro y tres mujeres que la vigilan. Habló de Poullain de la Barre, que era un hombre, filósofo cartesiano del siglo XVII, y un texto suyo que “paradójicamente” sería el primero que podría considerarse feminista, en tanto que a él se le considera el padre del feminismo.. Se trata del libro “De l’égalité des deux sexes, discours physique et moral où l’on voit l’importance de se défaire des préjugez”. El conferenciante también trajo a colación la Declaración de Seneca Falls, la declaración de los derechos de la mujer en 1848 en Nueva York ,y habló de ella como hito: la lucha de la mujer en la historia del pensamiento. “La mayoría de ellas venía de una causa que no tenia que ver con sus propios privilegios sino con los de otros, que es lo que entiendo como expresión mas hermosa de la moral: las obligaciones que uno tiene en relación con otros. Se  refería al problema de la negritud en USA; la mayoría son abolicionistas. Ven una afinidad entre la situación del esclavo y la mujer recluida en su casa”. Y siguió con la aparición de Marx y su mujer Johanna Bertha Julie von Westphalen; con el libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado: a la luz de las investigaciones de Lewis H. Morgan”, 1884. de F. Engels, que fue quien se preguntó cuáles son las causas de esa discriminación o la cuestión de la mujer o patriarcado o androcentrismo que impregna la humanidad. Engels quiere aplicar su método científico como lo hace sobre la clase obrera de Manchester. Y es que, según decía Cívico, “no se puede hablar del marxismo hasta que no formula Marx su teoría”. Según su intervención, Rosa Luxemburgo murió de una paliza y un disparo en su intento de debatir sobre el reformismo y la revolución. Pero según Cívico, Luxemburgo era espartaquista, y Espartaco no quiso liberar a los esclavos porque quisiera terminar con la esclavitud. Lo mismo que Wollstonecraft tampoco quería acabar con el patriarcado, no son problemas de su época”, matizaba García Cívico buscando puntos de conexión. 

La historia avanza muy lentamente y a veces hacia atrás. Y sin embargo, hay problemas que llegan hasta hoy, “ pero sí ha habido luchas de clases, problemas sociales, reivindicaciones relacionadas con las condiciones de vida”, señalaba. Un apunte que incomoda a García Cívico cuando se habla de Marx como detractor de la religión: “cuando Marx habla de la religión como el opio del pueblo no se refiere a una sustancia eufórica y lúdica; lo ve más como un analgésico que puede quitar el dolor”. Un punto en el que García Cívico llegó a Feuerbach y sus tratados; al libro “El derecho a la pereza”, de Paul Lafargue, que acabó sus días con su sonado suicidio conjunto con Laura Marx. También apareció Alexandra Kollontai, soviet de Petrogrado; y todo esto aquí considerando una primera ola del feminismo, que según el ponente tiene básicamente dos reivindicaciones; la cultural y la educativa y el sufragismo.

La segunda, según el relato cronológico, tendría que ver con Simone de Beauvoir y su obra “El segundo sexo”, 1949, y Betty Friedan, la imagen de lo femenino, y el acceso de las mujeres a la universidad, lo estudios de género y el texto fundamental que se acerca a la conexión entre marxismo y feminismo, que es “La mística de la feminidad”, que pone el acento en la imagen de lo femenino a través de los anuncios de televisión, programas, revistas que moldean a la mujer: el célebre mito griego del lecho de Procusto. La teoría “queer”, el feminismo negro, mujeres como Angela Davis, de Alabama. “Hoy los esclavos no son tan evidentes, quizá uno de los temas más preocupantes son los muertos mediterráneos o los refugiados”. Para García Cívico, fue Judit Butler la que vuelve a plantear cuestiones relativas a la distinción entre género y sexo, pero ya tiene en frente un rival poderoso que es el feminismo libertario. “Ahí podría responderse a la pregunta: Es el feminismo refractario a algunas tesis del marxismo? La respuesta es ¿algún feminismo lo es?”, formuló.

El repaso histórico finalizó con las figuras de Christina Marie Hoff Sommers, contraria a las posiciones del feminismo, y que pone el acento en el self made women, mujer autoconstruida, detectando que los casos del acceso al poder político como Bachelet o May, dicen, “es cuestión de méritos individuales”; seguida de Kalethen Kennedy, que siguió a George Lucas en Lucas films, con su camiseta “la fuerza es mujer”, y un apunte con el que cerraba la charla. “A veces hay cuestiones sencillas de entender que no tienen que ver con la maldad o la bondad sino con hechos tangibles de los que da cuenta la sociología. Hay una parte que no es tan fácil. El derecho puede transformar las cosas de un día para otro, pero las mentalidades no cambian tan fácil”. Florine Stettheimer parece que fue la primera pintora que pintó su propio desnudo. En el interior del cuadro, todos están de espaldas a él. 

María Tomás García